sábado, 29 de noviembre de 2008

Orden del día


Orden del día

En la mañana:
Sacar brillo a mis cicatrices,
desentumecer los pensamientos,
izar la sonrisa de los domingos,
asomarme a la sima del mediodía
y arrojar un adiós sin previo ensayo.

En la tarde:
Apretar la rabia,
destilar hiel y brindar con el enemigo,
Aceptar que un amor de alquiler lama mis heridas
sin que la náusea vuelva cárdena mi mirada,
Apátrida, vagar por el borde de los recuerdos,
Recoger los retales de tus sentimientos,
hilvanar el sudario familiar
a la medida de mis despojos.

En la noche:
Mantener los sueños bien abiertos,
No sea caso que la tristeza me coja desprevenida
Mayestática y destronada,
Sin fuerzas para morirme completamente.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Recital in memoriam Gloria Fuertes


Y...mañana me gustaría compartir con vosotros ese ratito de magia.

martes, 25 de noviembre de 2008

Primavera rota


Mi relato ha resultado ganador del primer premio en el certamen "CARTA ABIERTA A UN MALTRATADOR" que concede la asociacion AFAMMER de Huesca.



Primavera rota


A veces, la veo tras los visillos de la cocina, solo asoman sus dedos entre los encajes.
Me recorro la calle, es mi trabajo, recojo las hojas secas de todos los otoños.
De repente, desde la cárcel blanca de la cortina vuela una hoja de un árbol extraño que se desnuda y cae a mis pies.
Es como un grito callado.
No tengo porque alarmarme ni compadecerme de cada desarraigo, de cada desnudez de acacias, magnolios o mirtos. Pero me agacho y guardo en el bolsillo ese trozo de papel blanco refugio quizás de primaveras rotas.
En seguida se oye un golpe seco, los cristales tiemblan ante la violencia de la voz: ¡Te tengo dicho que no te asomes a la ventana!
Y huyo aprisionando el testigo de tanta libertad.
Me tiemblan las manos cuando en el rincón a salvo de mi casa, me dispongo a leer la carta.


“ Se que no es de noche porque oigo el vaivén de tu escoba por la acera, no se que color tiene la mañana, ni como sonaría mi voz para darte los buenos días. Los golpes han caído con fuerza la pasada noche y mi mudez está justificada porque me atenaza el cuello la correa del perro. Estoy de rodillas porque es muy corta, así no tendré tentación de mirar a la calle... y de mirar, vería la lluvia de color púrpura.
Llueve ¿verdad? Yo digo que llueve cuando mi pequeña me dice que no llore y yo le digo que he mirado al cielo y me he mojado, que quise coger un trocito de arco iris para pintarle un beso... mi niña se ríe y me cree capaz de todo.
Mi casa está siempre a media luz, no hay que alertar si la sangre ha teñido -sin querer- el suelo. Debo ser muy torpe, nunca luce nada de lo que hago... mi madre me dijo que yo debía ser la esposa perfecta, no se en que me equivoqué. Yo soy una inútil, dice mi marido.
Cuando estudiaba, cuando me arreglaba, cuando tenía amigos, yo creía que era feliz.
Ahora que en mi casa no hay libros ni espejos, ahora que la palabra amigo es solo una amenaza, me doy cuenta de todo lo que me queda por aprender.
Claro que duele... aprender duele. Pero es por mi bien, me dice tapando con besos los moratones de mi pecho. Me ahogo a ratos, y el miedo ulcera mi sonrisa...
Yo no sabía que el amor solo existía entre estas cuatro paredes, y hoy, aprovechando un resquicio de lucidez, una tregua del dolor de mis costillas, y el olvido de este papel sobre el fregadero, quise compartir contigo la espiral de viento que me arrastra.
Como una hoja más... a la basura.

En Sevilla, a 2 de octubre del 2008

Fdo.
Nadie

sábado, 22 de noviembre de 2008

La cárcel de la mariposa



La cárcel de la mariposa



Una crisálida parece,
pero no es más que una gota de luz
que pasa, dejando una estela
en la oscura palidez de mi semblante.
No confundas con una lágrima el límite de la claridad,
no apagues su curso con el dorso de la mano,
no me ciegues la esperanza.
A veces, las mariposas eligen mal sitio
dónde ensayar la vida.
Piénsatelo antes de compadecer mi llanto,
que los recuerdos son barrotes del vuelo,
y la libertad no está en la efímera belleza de mis alas.
Baja hasta mis labios, liba en mis cicatrices
Sedúceme en el instante último,
sé el guardián de mis despojos
mientras desde mi iris, turbio,
se trasmuda para ti, la crisálida.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Amores domésticos


Amores domésticos

Llamarle amor me parece exagerado, pero sería injusto si te digo que me es indiferente.
Al fin y al cabo nadie ha compartido mis horas, ni oído mis soliloquios, mis quejas o mis silencios con más neutralidad que ella.
Nadie tan cercano a mi mano ha sabido permanecer firme a pesar de los cambios de mi piel, a veces tirana y fría, a veces mendigando calor.
Mañanas extrañas hasta conocernos, hasta entregarnos de parte a parte sin horarios, hasta sentirnos dueñas en territorios olvidados.
Incluso cuando me sentí repudiada por el espejo, la tuve.
Hoy, mientras hacía los trámites por teléfono con el ayuntamiento y acordaba la hora y el lugar de recogida, cuando ya creí que sería fácil sustituirla, sin el menor asomo de dolor, la empezamos a echar de menos mis rincones y yo, creando un nudo de arraigo exageradamente prieto.
Ya, ya se que le es indiferente si me pinto o no, los labios, si el color de mis zapatos van a juego con el bolso, que le da igual también si la dejo marchar desnuda o envuelta con lazos de colores, que por otra parte, siendo una idea descabellada, es lo que me apetecería hacer…
Definitivamente no se que aconsejará el protocolo para estos casos. No, no se que ponerme que haga juego con mis ojeras.
Estoy oscuramente guapa.
No quiero desentonar para asistir al entierro de…
Mi vieja fregona.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Sin equipaje


Sin equipaje

Llevo horas dando vueltas por la habitación, midiendo la profundidad de mis bolsillos.
Calibrando cuántas cosas caben en el territorio neutral de tan vano escondite.
Quitando y poniendo huecos, acomodando prioridades, descartando banales empeños.
Solo dos bolsillos, es para perder la cabeza.
Recorro el cuarto en circular itinerario cuyo punto de partida y de regreso es la ventana. Y a la ventana llegan vacíos una y otra vez por no haber consenso entre lo que quiero y lo que debo llevarme.
Mis bolsillos alojan el nerviosismo de mis dedos y la tensión, toda, que baja desde mis sienes y que a su vez se enquista en mi pecho, desciende por mi espalda y mutila mis pasos. Cuánta.
En la undécima rotonda, me acribillé a preguntas. Me desangré poco a poco, sin alarmarme.
Resignada, por la costumbre, fui dibujando caminitos rojos en el piso, cada uno con un itinerario preciso. Cada vez me costaba más alargar los destinos, pues la sangre era más rápida que el trazado de las veredas.
Me arrastré tres losetas mas allá, poniendo en cada surco todo mi empeño.
Aunque nadie me diese la satisfacción del reconocimiento, como había sucedido a lo largo de toda mi vida, ésta sería la obra póstuma por la que nadie se disputaría la herencia.
Allí, hasta allí voy a llegar… y la ventana huía, no se con que artimañas, cada vez mas lejos.
Si consigo que el dibujo atraviese la estancia, se asome a la ventana, salga y se expanda por el jardín, pinte la grama, empape los naranjos, se cuele por las ramas de los mirtos hasta la calle y dando tumbos atraviese los suburbios de cuanta gente dijo quererme, habrá merecido la pena que, en un susurro, casi, de color mudado, mi espeso temblor se licue a la orilla.
Cada vez más vacía, sin espejos, entregada al torrente de la prisa, cada vez mas dentro de la espiral que hace tambalearse mi vida.
Llegar y luego lavarme las manos para decir un adiós limpio.
Me pregunto cada vez mas angustiada si caben en los bolsillos todas las explicaciones
que te debo, antes de morirme del todo.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Deshaucio



Deshaucio


Una cuerda de horas amordaza la luz,
sin posibilidad de alborada alguna.
La noche resbala en mi vientre vacío,
mientras tu huella en las sábanas agoniza.
En los labios llevo aún el salitre de tu marea,
y mi piel recuerda tu sed en cada naufragio.
Hoy escondo la mirada en la ceniza de otro fuego
descontando placeres del reloj de mi cuerpo.
Cuando me quede hueca de recuerdos
Lloraré como una campana en la torre alta del engaño.

domingo, 9 de noviembre de 2008

La vía muerta








Por esta estación ya no pasan trenes. Hace años que la ventanilla para comprar billetes está cerrada, huérfana de destinos y las telarañas del tiempo decoran las paredes.
Los cristales sellados por una espiral de polvo, tamizan la luz del mediodía.
El color de la tristeza tienen todos los soles.
Un banco de madera donde se graban los nombres de los amantes, un reloj sin minutero, una papelera donde duerme olvidado el itinerario y la campana alerta de prisas, ya no sirven para nada.
Los niños tiran piedras para despertar el sonido ronco del metal y se expande triste por las vías muertas.
En los tramos de madera crecen jaramagos y las avutardas vuelan bajo escondiendo sus nidos en la retama.
Hay una alegría inconstante de pájaros que dura hasta el ocaso.
Nadie espera ya nunca.
No hay pañuelos donde guardar la tristeza ni sonrisas que disimulen los surcos salados de las despedidas.
Un mástil sobrevive sin bandera en el tejado de la cantina dónde solo ondea el recuerdo de los ahogados en aguardiente, de los sin nadie.
El tiempo silva por las rendijas en la puerta entornada de la sala de espera y mece acompasado el cartel de latón donde se lee aún “Estación”.
Un cortejo de chicharras, danza al filo de la siesta, canto, calma que quema los espejismos y enciende los raíles gastados.
Otra ausencia es la lengua de humo en la chimenea, los troncos de los eucaliptos escupen la menta y el aire huele a invierno.
Es mi garganta un túnel sin salida para la pena.
Los perros perdieron la sombra y aúllan mas abajo, donde el tren, es ya únicamente una herida en el paisaje.

sábado, 8 de noviembre de 2008

A penas nada


La diferencia entre tus cosas y mis cosas
no es más que una gota de agua.
Apenas nada…
Pero por una gota rebosa un vaso
y deja inservible la sed.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

¿Quien?



¿Quién?


Que es el viento, crees, quien te abraza,
quien mastica tu nombre y lame tus heridas,
quien se queda de guardián en la enredadera
Y deja trepar madrugadas por tus silencios.
Que es él, quien cose los vacíos de tu noche,
Y quien deshilacha tu desánimo.
Crees que el aire despeina tus caminos,
El aire, placer que roza tu desnudez dormida,
Será el viento, dices, y te me ofreces indiferente.
Imaginando de barro este deseo mío,
tallas en mi piel caricias de agua.
A punto de romperme bajo tu estruendo,
aún dudas,
Si es el viento quien apaga tu rabia
y enciende tu agónica luz de deseo.
Cuando en la calma te preguntes, ¿Quién?
Te desangrará la vida la guadaña de mi aire.

martes, 4 de noviembre de 2008

Invitación



Invitación


Quiero gustarte… tristeza.
Pausadamente me ensamblo el corazón,
A trozos me guardo,
sin prisa, encajo la dislocada ausencia.
Soy veneno de nuevo,
Atrévete.
Te invito a beber mi desamor.
La muerte, la pones tú.