sábado, 29 de agosto de 2009

Sábados literarios de Mercedes "Algo sobre mi blog"





A ver mamá, -me repetía cada vez más alterado y con los ojos más abiertos-, ¡Anótate todas las instrucciones que te doy, porque eres un latazo!
Ese fue el comienzo de mi andadura torpe, buscando un espacio donde desparramar mi sentido común.
Aquí, la madre novata, aquí, la que cambia el manual de la perfecta ama de casa por el laberinto de ventanas dentro de otra ventana.
Ver, descubrir, aprender, compartir, todo en un rinconcito parcelado de cuatro a cinco (hora para el reposo de la guerrera)
Y heme aquí, guerreando con las teclas, cada vez mas convencida de ganar batallas a la soledad. A mi primera ventana abierta, la llamé “soliloquio”, ese fue mi primer blog… que no leía nadie, nada mas que por casualidad, pero que era mi refugio, mi hombro donde recostar las tristezas (porque soy tristona cuando escribo) Es mi cara oculta… porque en la vida “real” soy un cascabel.
Hablé sola durante un par de años hasta que decidí demostrar que “La cara oculta de la luna es rosa”
He de reconocer que sigo siendo torpe con la técnica, que me tengo ganado a pulso el nombrecito que me colocó mi hijo en aquellos primeros tiempos y que adopte con tanto cariño que hoy, ya no se si soy Rosa Maria Garcia Barja o
Rosa-desastre.
Sigo siendo un latazo de madre que escribe en colores y a destiempo, pero soy la mejor madre que tiene… así que…

miércoles, 26 de agosto de 2009

Soy de una rara especie




Yo no he leído el Quijote, pero en mi memoria se alinean las lanzas a la hora en que el reposo las despoja de todo peligro y desde mi sillón observo el brillo afilado de sus historias.
Mi particular molino de viento, eso que algunos llaman imaginación, se asienta en la llanura de ésta página en blanco y gira a cualquier soplo.
La molienda de letras, los sueños tamizados, el renglón que declina sin límites, la harina gris de un trigo pintado con tinta, son el único fin de tanta espiral de aire, de tanta bravata de caballeros, de tanta sed de ínsulas.
Desde aquí, rincón cobarde, veo pasar los veranos con sus soles amarillos, camino de puntillas por la sombra de los cipreses y entono junto a los grillos la jerga alegre que les tocó en el reparto.
Sólo soy un intruso de la vida de otros, los convoco para que defiendan sus talentos, libo de sus cicatrices, engordo con sus éxitos y alguna vez, generosamente, les dejo invadir mi tristeza.
Un borrón a cada instante, el reloj desgastado me apura el latido y se me estrecha el miedo de repente.
Escribo.
Agónica palabra que me delata.
Un temblor de acero me acecha desde la contienda de inútiles versos.
Andante de efímera locura soy a ratos… Poeta, sería mucho decir.

domingo, 23 de agosto de 2009

Agonía



Aquí, se nos mueren los veranos
Sin darnos cuenta.
Extraños,
aventando al sol,
ciegos de hastío.
Aquí,
amamantados por la costumbre
hasta el vómito.
El solano desaloja la espiga de mi regazo.
El hambre de amor
Aquí,
es la piedra que nos delimita.
Aún así, me quedaré
Hasta que lleguen los pájaros
a disputarse
el polvoriento envés de tus hojas.

sábado, 15 de agosto de 2009

"La guarida del lobo" Sábados literarios de Mercedes


Hoy no será un fracaso, como las otras veces, se decía, mientras preparaba la escena.
Sacó del armario esas cortinas rojas empolvadas de antiguo y cubrió las ventanas.
Por las hojas de enredadera se filtraba la luna dibujando un caleidoscopio vivo.
Las velas a medio gastar servirían por esta noche.
No importaban los nombres en aquel aquelarre, todo estaba dispuesto con la medida justa para no ser vulgar.
Llevaba días ensayando el aullido, la arrebatadora sonrisa, el roce cómplice bajo la mesa, el placer contando hasta veinte.
Llamar a su casa “La guarida del lobo” era una excentricidad imperdonable, pero impactante sin duda.
Mientras llegaban los invitados se preguntaba, que pensaría su madre de todo aquello. La mitad de su sueldo se lo había gastado en su vicio favorito.
Puso anuncios por palabras en casi todos los periódicos: “Ven a La guarida del lobo nos comeremos a medias”
Con la otra mitad del sueldo, se compró unas nuevas armas de mujer… por si fallaba una vez más, la partida de parchís.

martes, 11 de agosto de 2009

"Migración" Primer premio de relato en Romanillos de Medinaceli, Soria. agosto 2009



(publicado en mi blog en el mes de febrero, lo paso de nuevo para que no tengais que buscar)




Me parece a mí, que los nidos de las golondrinas son de harina tostada, así, las tardes de verano, mientras los niños duermen la siesta, me siento en la acera, donde ya la sombra dibujaba dos mitades en los muros (una azulada y la otra de oro), a mirar los nidos que se alinean en el alero del tejado. Los pájaros van y vienen con una prisa que forma garabatos, a negros trazos como en un pentagrama, se quedan sus giros y la música de sus alas en el aire caliente y dulzón de agosto.
Volcán de canela el nido de la esquina, porque el viento lo tiñe con el polvo de la era, rubor de trigo al barro, pone la golondrina en su casa.
Acicala sus plumas al borde del agua en la acequia, cuando nadie la ve, ni siquiera yo, porque aunque desde aquí se oye el ruido del agua, el regajo está calle abajo, al filo del campo.
Viven en la orilla los juncos, la retama, campánulas moradas, blancas, rojas, de redondas semillas con las que haré en otoño, collares, pulseras y ajorcas…. Para entonces, ya se habrán ido las golondrinas, se quedará la ausencia colgada del barro sin el sabor a harina tostada y a canela de mi calle empedrada.
Pero eso será mas tarde, cuando se vayan borrando las siestas, cuando la verde sombra de las moreras se desnude y el sol se acueste temprano.
Ahora no, ahora los ladrillos de la acera arden a las cinco de la tarde.
El canto de las golondrinas rebota bajo el arco del zaguán, gritan como un ejército asustado
Vuelan casi pegadas al suelo y de repente, como si se desdoblaran, llegan alto, a cielo abierto, en segundos.
Con tesón construyen una fortaleza de adobe, milimetrado traje para gustar a la primavera, enamorar al verano, y preñar de azul plumaje los alambres de la cerca del huerto.
Miran al sur del sur, trazando itinerarios de otoños.
Su prisa contrasta con el lento discurrir de mis horas, tanto silencio, soledad tanta…
Mientras el tiempo se para entre las cuatro y las seis, yo descifro el vuelo de las golondrinas, dejando la puerta abierta a la migración de los sueños.
Con las manos extendidas sin aprisionar la libertad de la una y de los otros….

Ya se que los niños vendrán pronto, que sonará el látigo de la comba y asustará a las golondrinas, que tendré que apagar mis cavilaciones y hacer lo que se supone que debo… baldear la puerta y sentarme en la mecedora, cadente, buscando la complicidad del abanico para engañar al aire que quema, aún después de atravesar las morunas callejuelas desde el rio hasta mi casa.
Casi de noche se aleja el griterío a las cocinas, a los patios recién regados, a las azoteas para dormir al raso, a las alcobas donde el amor vive… o muere.

El búcaro guarda, como yo, tras la apariencia serena, el fracaso de lo esperado.

"El Columpio" Premio de relato en la asociación MARZAGA, Mazagón, Huelva, 2/8/2009




Llegaron los feriantes... Los feriantes y las sandías siempre llegaban juntos para poner color y sabor al mes de julio.
El calor derretía el azul de los travesaños del columpio y los niños nos arremolinábamos en el triangulo de sombra de la acera reconociendo los cachivaches que año tras año se descargaban del camión.
El canario, el perro, la gallina, el cántaro de barro y tres chiquillos con churretes, eran poca novedad para llenar nuestra impaciencia.
Uno a uno se iban ensamblando los palos, los tornillos sin rosca aguantaban los ejes gastados de unos torpes barcos que se descolgaban para caer en un mar de tierra donde morían en el más ridículo naufragio.
Dos banderitas sin patria adornaban el mástil esperando una marea favorable.
En la caseta de madera, un capitán de mentirijillas vendía a dos reales un pasaje de ida y vuelta.
Vestidos de nuevo y oliendo a colonia, nos poníamos en fila aligerando la hora adormilada del reloj.
De dos en dos nos empolvábamos las sandalias y nos atrincherábamos a codazos para no perder el turno de tan efímero viaje.
Sonaba la campana por fin... En desbandadas, como gaviotas torpes de salados sueños, los niños contábamos las mecidas del columpio sin batir de olas.....
Aquellos barquitos retocados de pintura para esconder las arrugas, siguen anclados en el puerto de mi memoria cuarenta años después.
Me duele el chirriar de la madera y me duele el engaño mientras espero desde esta orilla vacía de ilusiones a que lleguen de nuevo los feriantes a pintar mares dulces en la sonrisa de otros niños.
... Yo ya tengo en el corazón una grieta de agua estancada.
No.
No empujes más mi columpio.