jueves, 31 de diciembre de 2009

Será...



Desnuda pena he visto en sus ojos,
Será que deshilachada la vejez,
no encuentra remiendos.
Y mi voz, gozne en la puerta del viento,
se queda, como la lluvia,
tallando el futuro en los cristales de la palabra.
Tanto silencio de campana quebrada,
trueno,
grito de un diciembre agonizante,
recorriendo mi sangre,
desandando mi tiempo.
Será la tristeza masticada con rabia,
La que aniquila mi hambre.
Duele. Me duele,
sesenta veces por minuto, si respiro.
Nadie, ninguno, nada,
Será eso…
que ni los pájaros han venido hoy.
Será que llueve desde todas las grietas del universo,
que hace frío,
que la soledad borra del calendario
las fechas y los sueños.
Será eso…
lo gris, lo hueco, lo vacío que percibo.
Todos me des-esperan con preguntas abiertas.
Y yo, desheredada de respuestas,
extraño la certeza de luz de los niños.
Me apago en lágrimas,
apenas se cierra, tras de mí, la puerta.

viernes, 25 de diciembre de 2009

lunes, 21 de diciembre de 2009

A mis amigos del blog...Feliz Navidad




Las manos



Descubrí, en ese gesto cotidiano de frotarse las manos, cuando heladas, no se dejan notar, que son el lugar más hermoso para guardar cosas:
• Están hechas de un material único para proporcionar el placer en la caricia.
• Son las alas del corazón en las despedidas.
• La puerta abierta para recibir la generosidad del otro.
• Artífices de magia para crear un mundo, para compartir, para dar...
• En ellas se guarda la alegría cuando se aplaude, el dolor y la esperanza en la plegaria.
• En las manos vive la amistad nueva y el aliento cómplice cuando al estrecharlas se hace silencio.
• Cuenco dónde rebosa la ternura.
• Inagotable bálsamo para la calma.
• El recipiente más dulce para depositar esos besos que vuelan enseguida…

Como este que te envío yo, con un soplo suave para que no se resienta la carga de amor y de buenos deseos que porta.
Buscaba un regalo para ti en esta Navidad… Me he mirado las manos.

Un abrazo
Rosa Maria Garcia Barja
(Rosa-desastre)

sábado, 19 de diciembre de 2009

Lo inservible




Hoy abrí la caja de los recuerdos,
precintada con besos-lacra.
Es tiempo de deshacerse de lo inservible,
de limpiar el hueco donde me deshabitabas.
He descubierto tras las telarañas del miedo
que vive, en mi corazón-crisálida,
la libertad.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Este jueves, un relato



Viajeros del invierno


Me reflejo en el cristal del vagón, lleno, como cada noche. Cada viajero rumia su día guardándose los gestos entre las hojas del periódico gratuito.
Silenciosas y ajenas estaciones pasan de largo, señalando destinos, amontonando pasos, coleccionando esperas.
El extraño del abrigo azul mira al horizonte distorsionado por las luces de Navidad, lo toca desde el vaho de los cristales, lo acerca, como se acerca un abrazo y luego baja en la séptima, como yo. Solo.
La escarcha dibuja cuchillos en las aceras, se cuela en los espejos del agua.
Son las ocho. Tirita el reloj en las pupilas del vendedor de castañas, su sonrisa es un ascua encendida. La calle se alarga, y suena desacompasada la lluvia en los charcos.
El extraño gira en mi misma esquina. Sin evitarlo, se cruza el temblor de nuestra respiración fatigada. Sin mirarnos entramos al portal número nueve. El frío nos arrincona en la soledad sin techo de nuestra casa.
El extraño del abrigo azul duerme a mi lado. Deja un beso de helada costumbre en mi almohada.
En la estación de la felicidad hay un cartel que dice: “No hay billetes”
¿A dónde vamos ahora?

jueves, 10 de diciembre de 2009

¡Este jueves un relato! "Un anzuelo"





Yo te guardaba mil veces en el cliché de mi cámara de fotos y posaba cansina, para que tú me inmortalizaras la sonrisa. No te gustaba en absoluto esa excentricidad mía de salir en los papeles, no te gustaban mis zapatos de tacón y te fastidiaba que mi sombrero me diera un aire de actriz de Hollywood. Mirabas de reojo mi short tan poco puritano y meneabas la cabeza de cuando en cuando presintiendo unas vacaciones de tortura.
En el fondo pensabas que no era buena idea compartir la aventura de aquel viaje.
Llevábamos el dinero contado, como dos pobres ricos camuflados en el itinerario del mapa.
Diez días bordeando la costa, sin prisa, echando a suertes el turno de cocinar, el lado mas cómodo de la cama, el ser el primero en ocupar los espejos, el último en enfadarse.
Todo esto sin quererse lo más mínimo
Tu coche recién estrenado, amarillo, desentonaba con casi todo.
Mientras tú conducías, yo, relataba paso a paso los accidentes geográficos. Todo eran baches, que habilidad.
Me mandaste callar más de una vez, y más de dos. Mi sentido del humor estaba reñido con tu paciencia.
Te molestaba la radio a todo volumen y a mi me resultaba insufrible el olor de tus pies. En justo fastidio nos soportábamos.
¡Qué poco romántico! Pero había que ser prácticos. Escribí diez mandamientos nuevos que ondearían en el mástil cada vez que acampáramos.
Si, ya, ya sé. Que igual me pasé.
Las risas de los vecinos del camping nos despertaban cada día mientras leían el dichoso decálogo.
Seiscientos kilómetros. La Manga del Mar Menor. A punto estaba de cumplir mi sueño.
Ver la luna que rebosa en las orillas del mar… Cursi –me dijiste-
La luna giró tres esquinas más allá de nuestra tienda de campaña. No vino.
Tú te vengaste.
Aquella madrugada, extrañamente, dormías a mi lado.
Atada al viento de nuestra casa, sujeta de un hilo, voló una luna de papel regalada…
Yo, me lo creí.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Sabados literarios de Mercedes - Cuento de Navidad



Dulce-amarga Navidad

Ese halo de magia que envuelve la casa es difícil de entender y difícil de explicar.
Nada ha cambiado. El mantel blanco, los polvorones, el aguardiente, las velas a medio consumir, las luces parpadeantes del árbol muerto, el serrín de los caminitos del belén, el humo de la chimenea de enfrente, el frío fuera de los cristales, el olor a miel y ajonjolí y el silencio obligado de la tristeza.
Como ayer, -ese ayer medido desde el calendario sin tiempo de la niñez-, me hechizan los lazos de colores, el sonido del reloj de pared, el color del fuego y el rumor del mar encerrado en mi caracola.
Si, la magia se descuelga por las paredes y en el tablero negro y negro de mi partida, es difícil saber quien gana.
Desenvuelvo mi regalo, ya, tan pronto, o ya tan tarde…
La Navidad se irá, inevitablemente a doce campanadas más allá de lo previsto.