viernes, 26 de febrero de 2016

Este jueves, te cuento una travesura



Miré al reloj de la torre, el tiempo se había detenido, como si la prisa se hubiese escondido detrás de los números romanos,  la esfera se había  cuarteado  dando una imagen de vejez casi humana, con los minutos y segundos  llenos de arrugas.
El sol pesaba sobre la uralita, sediento, a 45 grados a la sombra.
Así eran las siestas de mi niñez. Toda la casa descansaba menos los animales y yo.
Las gallinas haciendo malabares en el palo soportaban la calima con sus picos abiertos. Un aleteo del gallo ponía en alerta al corral cuando yo abría la cancela y me adentraba en sus dominios.
Llevaba en las manos a modo de señuelo, el afrecho y el trigo que se guardaba en el granero. Primero les llenaba el buche, luego, al descuido, las cogía bajo el brazo y les iba arrancando las plumas más vistosas.
El gallo, más de una vez se me enganchó al pelo clavando sus espolones y resistiéndose a ser despojado de sus atributos más llamativos para encandilar a las ponedoras.
La batalla se saldaba con unos cuantos picotazos y  diez o doce plumas a mi favor, que servirían para confeccionar mi gran cabellera de jefe indio.
Las cinco. La siesta no se acababa aún.
Los gatos apurando el fresco en el empedrado del patio, dormitaban ajenos al revuelo del gallinero.
Me aburría y entonces recurría a la peluquería. Primero el flequillo, ras, ras, ras, la frente despejada del todo  y después, aprovechando el duemevela de los gatos, recortaba sus bigotes al milímetro. ¡Que tontos, ni se inmutaban!
Sólo que al despertar, iban dando tumbos desorientados tropezando con todos los cachivaches de la casa.

¡Que contentos deberían estar mis padres de que no les molestara en su descanso!
¿O no?


viernes, 19 de febrero de 2016

Este jueves fue su cumpleaños





Hoy es su cumpleaños. Son las cinco de la mañana. El duerme. Todo duerme, menos el mar.   Mi cómplice de sal.
Descalza para no hacer ruido atravieso nuestro cuarto. -Cuando digo “nuestro cuarto” un escalofrío me recorre la piel de los sentimientos.-
Por los cristales de la ventana  viene la madrugada  derramándose en gotitas de escarcha.  El frío se apellida febrero. Y yo soy un duende...
Mis ojos se hacen oscuridad  para no delatarme mientras le miro.  
Respiro al unísono en un intento de ser su aire.  
¡Nunca sabrá como le quiero!
Me alejo de puntillas mientras se acerca mi imagen al espejo del baño. 
Con carmín, dibujo un corazón en el cristal. 
Mi primer corazón envuelto en ternura para su regalo.  Nada material puedo darle yo cuando se despierte.
Miro desde la puerta... no quiero que se de cuenta que no estoy a su lado, tan temprano.   
Si roza la almohada y no me encuentra ¿creerá  que no me tuvo nunca?
Duerme...  
Mientras, sigo a oscuras recorriendo la casa, dejando en cada rincón  algo de mi, para él.  
Imagino su risa  al comprobar que en lugar del azúcar, en el azucarero solo hay una nota insinuante.  
Vendrá a despertarme y si lo hace, inevitablemente, llegara tarde  al trabajo.
El sol vendrá a  robarnos la última caricia, pero no importará,  ya no importará  porque el mar, su mar, habrá  inundado de amor mi orilla vacía.



martes, 16 de febrero de 2016

Palabras de Sindel: "Todo cambia"




                                          

Pozo ciego éste febrero

donde brota una primavera equivocada.

Tras los cristales del agua
estallan los almendros a destiempo.

Alerta el azahar  en los naranjos,
celebrando el desahucio de la luz.

Duelen la belleza y el engaño
de éste invierno raro.

¿Quién cortó los hilos de la cordura?

Rueda el mundo por mis pupilas

Como una marioneta sin amo.




(Las fotos corresponden a la torre de la Iglesia de Santiago de Villanueva del Río, mi pueblo)

jueves, 11 de febrero de 2016

Este jueves convivimos con seres del mas allá

“Las voces de los ausentes se quedan tatuadas en el alma.
Solo hay que tamizarlas desde el dolor
para hacer más llevadero el silencio”.




Duele tanta calma. La lluvia talla en los cristales los últimos rezos antes de vaciar la casa del todo.
El eco ocupa los cajones  cuando se cierra la puerta.  La alegría  resbala por las costuras del vestido malva, cayendo, como tú, a la tierra.
Los pañuelos de seda desalojados de tu perfume, ya no abrigan las tardes de ningún abril. Rara primavera sin las celindas de tu risa…
Sólo hay silencio, esa alimaña que despedaza mis días, va alejando tu voz irremediablemente.
Vives en mis soliloquios, mamá, como un aroma de canela que trasmina mis versos.






jueves, 4 de febrero de 2016

Este jueves: "Sesión de peluquería"




¡Te lo advierto, si te pintas el pelo de azul, no aparezcas por esta casa!
Y eso fue exactamente lo que hice. Me lo había puesto fácil.
Colgué el delantal y la vida amarga en el mismo clavo y salí con las manos en los bolsillos y las canas en alto.
Me dí el capricho de entrar en la peluquería más rara y más cara, la de ese peluquero que sale en la tele, excéntrico él, excéntrica yo…  Binomio perfecto para no mirar atrás.
Me dio risa ver como los empleados se disputaban mi cabeza.
Desde entonces soy feliz.
Ya me puedo morir de azul un día de éstos…